El Mundial de la desilusión para España: historia de un gran fracaso

De la ilusión desbordada a la decepción en apenas 13 días. España llegó a Qatar con muchas esperanzas de hacer un gran papel y el debut ante Costa Rica hizo creer a todo un país que ganar el Mundial era posible. Sin embargo, la dura realidad puso en su sitio a una selección que pagó caro su falta de gol con una triste despedida en octavos de final. El fracaso se consumó ante Marruecos.

Los recientes resultados hacían pensar que la Roja podía llegar lejos en el torneo qatarí. Algo más de un año antes, en el verano de 2021, España llegó hasta las semifinales de la Eurocopa, donde los penaltis dejaron fuera al equipo de Luis Enrique, que fue mejor que Italia pero no fue capaz de concretar su dominio. Los penaltis apearon a una selección joven y que acabó ilusionando a todo un país.

Tras el buen papel en el torneo continental, llegó la Final Four de la Liga de Naciones. Tras ganar a la Azzurra, vigente campeona de Europa, el equipo español se enfrentó a Francia en la final. Fue un partido que pudo caer para cualquiera de los dos lados, y la calidad de Mbappé decidió para Les Bleus.

De nuevo se había quedado España a las puertas de un título, pero las sensaciones eran buenas, era un equipo capaz de mirarle a los ojos a cualquier selección del mundo. Pensar en ganar el Mundial no parecía una utopía.

La Roja era un equipo de autor con el sello de Luis Enrique. Él era la estrella. Su convocatoria creó bastante controversia, con ausencias esperadas pero sonadas (Sergio Ramos, Iago Aspas Canales, Borja Iglesias) y un solo delantero centro (Álvaro Morata). La apuesta por el juego de toque, por la posesión, era decidida, y jugar con un falso nueve iba a ser el siguiente paso.

A su llegada a Qatar, el asturiano se hizo streamer. No dio entrevistas, algo habitual en él, y a cambio hizo apariciones constantes en su recién creado canal de Twitch para hablar directamente con los aficionados. Toda la atención estaba centrada en él. Era la estrella mediática indiscutible de la selección española.

Y entonces llegó el partido de Costa Rica. A su habitual fútbol control, España añadió una pegada como hacía años que no se le había visto para hacer siete goles en el debut, maravillar al mundo y presentar su candidatura a lo grande para proclamarse campeona del mundo.

Ante Alemania, de nuevo hizo España un buen partido, aunque con algunos matices. Pudo sentenciar el choque con su superioridad inicial, no lo hizo y la Mannschaft destapó algunas de las carencias de la Roja. El empate, pese a todo, era un buen resultado, con empatar ante Japón valía para quedar primera del Grupo E, siempre que Costa Rica no ganara a los germanos.

El batacazo ante Japón fue tan duro como inesperado. Los de Luis Enrique hicieron una buena primera parte y se adelantaron en el marcador, pero tras el descanso, tres minutos de colapso le dieron la vuelta al encuentro. España se lanzó a por el empate, pero ahí quedó en evidencia su gran lastre: dominio abrumador del balón, pero sin ocasiones claras de gol ante la poblada e intensa defensa nipona.

España había mostrado su talón de Aquiles, su incapacidad para atacar defensas muy pobladas era más que evidente, y Walid Regragi, seleccionador marroquí, había tomado buena nota. El duelo en octavos de final ante el equipo alauí fue un quiero y no puedo, uno de los partidos más frustrantes de la historia del combinado español. Los de Luis Enrique monopolizaron el balón, pero con una posesión estéril, incapaz de generar ocasiones para marcar, estrellándose una y otra vez contra la ordenada defensa de Marruecos.

Tras 120 minutos frustrantes, se llegó a los penaltis. Y desde los once metros, tampoco fue capaz la Roja de hacer un solo tanto. Fallaron Pablo Sarabia, Carlos Soler y Sergio Busquets, y España hizo las maletas: a casa en octavos de final. Fracaso consumado.

La autocrítica tras la eliminación fue nula. Los jugadores hablaron de orgullo, de dominio del juego, de injusticia incluso ante el resultado. Similar análisis hizo el seleccionador, que dijo entonces que se quería tomar unos días para decidir su futuro. No hizo falta: Luis Rubiales se anticipó a su decisión y no le ofreció la renovación ante el evidente fracaso. La ‘era Luis Enrique’ se acabó tras la debacle mundialista.