El árbitro uzbeko Rashván Irmátov se dio a conocer al gran público durante este Mundial. Sorprendió su designación para arbitrar el partido inaugural entre Sudáfrica y México, pero fue superando pruebas con buena nota hasta que fue elegido para dirigir la semifinal entre Uruguay y Holanda en Ciudad del Cabo. Una hazaña para Uzbekistán, un país con poca tradición futbolística.
En un escenario inmejorable, Irmátov demostró su nivel en los tres partidos que arbitró en la fase de grupos: Sudáfrica-México, Inglaterra-Argelia y Grecia-Argentina. La FIFA premió sus grandes actuaciones asignándole el Argentina-Alemania de cuartos de final con el que parecía que se despediría de Sudáfrica. Pero aún le faltaba otra sorpresa más, para su satisfacción y prestigio.
El éxito del colegiado uzbeko contrastó con el mal rendimiento de los árbitros de las grandes ligas europeas. La web worldreferee.com, especializada en arbitraje, le colocaba en el primer puesto en cuanto a valoración, mientras que el francés Lannoy y el español Undiano Mallenco ocupaban los últimos puestos de la lista en aquel momento.
Irmátov, de 32 años, ya tenía experiencia previa en un Mundial. En 2007 había participado en el campeonato Sub-20 de Canadá donde había dirigido a la Uruguay de Cavani y Martín Cáceres. Los charrúas cayeron contra Estados Unidos en octavos de final, un partido que se decidió en la prórroga