El cuento de Rubiales que no se creen ni en Arabia Saudí

Si Robert Moreno no se hubiese despedido entre lágrimas de sus futbolistas o si no hubiese enviado a sus abogados este martes se podría dar alguna credibilidad al relato edulcorado de los hechos que hizo el presidente de la Federación en Las Rozas, utilizando incluso mensajes personales con el ya ex seleccionador, para justificarse.No se cuestiona el fondo de la cuestión, que es el deseado regreso de Luis Enrique, una buena noticia tras el golpe vital recibido y mejor entrenador que Robert Moreno. Lo que es una vergüenza es la lamentable forma de despedirle. Aunque la decisión de echarse a un lado hubiese partido de él, un presidente con dos dedos de frente hubiese evitado llamar a Luis Enrique el mismo día del partido, cuando España se jugaba ser cabeza de serie y hubiese evitado el bochorno esperpéntico que se vivió en el Wanda Metropolitano tras un 5-0. Al presidente de la Federación le vino bien este cuento para cambiar el tercio de la polémica saudí y ya es puntería que el día que cumple 200 años el Museo del Prado se oficialice la marcha del entrenador que dio su última convocatoria en sus salas más emblemáticas.Rubiales aprendió, tras el despido de Lopetegui, que después de la tempestad siempre llega la calma, aunque se haya llevado un Mundial por delante. Desde entonces, no ha dejado de sembrar vientos con LaLiga en sus infinitos matices, con el fútbol femenino, el fútbol sala, con Adidas y, de camino, ha manchado el balón con cuatro seleccionadores en año y medio. Dependerá de Robert Moreno, por la confidencialidad de su contrato de salida, que conozcamos la otra cara de esta historia para acercarnos un poco más a la verdad y no será fácil hurgar en la herida abierta entre Luis Enrique y quien fue su segundo. Lo que se ha leído entre líneas ha sido un baile de traiciones, deslealtades, mentiras y una buena noticia, la vuelta de Luis Enrique, que choca de bruces con las lágrimas de, hasta hace nada, uno de sus grandes amigos.