Islandia no fue casualidad. Alemania vuelve a dar miedo de cara a la Eurocopa y se impuso sin despeinarse al combinado rumano por 0-1, perdonando multitud de ocasiones y sumando su segunda victoria en el segundo partido de la fase clasificatoria para el Mundial. Quedan atrás, por tanto, las dudas generadas a raíz de la dolorosa derrota por 6-0 frente a la Selección Española hace cuatro meses en Sevilla, que había causado un verdadero terremoto en las entrañas de la Mannschaft. Incluso el propio Joachim Löw, tras 15 años en el cargo, anunció su marcha después de la Euro, provocando de esta manera un golpe de autoridad por parte de la cuatro veces campeona del mundo que, ahora sí, parece haber vuelto a encontrar el orgullo que siempre le caracterizó.
Comenzó Alemania como siempre. Comandada por Kimmich en el centro del campo, los de Löw no tardaron en hacerse con el esférico, asentarse en campo rival y embotellar a los de Radoi. Goretzka rompía líneas de presión, Sané entraba como un puñal por la banda izquierda y, arriba, Gnabry intentaba sacar jugo de los espacios que le concedía la zaga local. La superioridad alemana no tardó en reflejarse en el luminoso de Bucarest. Fue al cuarto de hora de partido cuando Gnabry materializó un centro de Havertz y, merecidamente, adelantó a la imperial Mannschaft.
Más de lo mismo en el segundo período. Sin el lesionado Kroos, el triángulo creativo formado por Kimmich, Goretzka y Gündogan siguió asociándose a las mil maravillas y elaborando una oportunidad detrás de otra para el combinado dirigido por Löw. Pudo ampliar la renta Alemania en multitud de ocasiones. La tuvieron Sané, Goretza y el propio Gnabry, pero el segundo terminó resistiéndose a una Alemania que sí lo mereció, pero no fue capaz de sentenciar el choque a pesar del descomunal asedio a la portería rumana. No lo pagó, sumando un segundo triunfo consecutivo que supone un nuevo impulso para el último proyecto de Löw de cara a la Eurocopa. Vuelve a sentirse cómoda Alemania. Toma confianza. Peligro.