Vicente del Bosque y su equipo pensaron en un hombre cuando estaban preparando el partido de semifinales de la Copa del Mundo frente a Alemania en Sudáfrica. Se trataba de un arma sorpresa. Un jugador que no entraba en las quinielas del seleccionador germano y que se convirtió en una pieza decisiva para alcanzar la final. Era Pedro Rodríguez, que ocupaba el puesto de un Fernando Torres renqueante por culpa de una lesión.
Desde ese verano de 2010, el tinerfeño se convirtió en uno de los hombres de confianza del seleccionador español. Y no ha defraudado ni al cuerpo técnico ni a sus compañeros, hasta el punto de ser uno de los más queridos dentro del vestuario. Su humildad le ha permitido saborear los momentos dulces y regatear con templanza los amargos.
No cambió sus hábitos por convertirse en el máximo goleador de la selección en un año natural ni ha levantado la voz cuando se ha visto desplazado al banquillo por necesidades del guión. Una actitud que también ha mantenido en su club. La llegada de Neymar y de Luis Suárez le fueron estrechando el camino de la titularidad hasta el punto de que en la Liga solo ha figurado en el once en un cuarto de los partidos disputados.
Esta situación no ha mermado la confianza de Del Bosque. Al contrario. Ha encontrado en la selección el mejor apoyo para convivir con esta situación tan incomoda. Muchas han sido las voces discrepantes por la aparición de Pedro en las listas de España, pero el tiempo siempre acaba dando la razón a los que no dudan de los buenos. Al delantero del Barcelona no se le ha olvidado hacer goles y lo demostró con un golazo de chilena a la Real Sociedad.
Un gol que no está al alcance de muchos delanteros y que le debe servir para creer en sus posibilidades de éxito tanto en su club como en la Selección. No se han cumplido dos años desde que Pedro le marcó un hat trick a Bielorrusia en Minsk, casualmente el próximo rival de la Selección, ahora para allanar el camino hacia la Eurocopa de Francia.