Sobre justicia y mezquindad

JUSTICIA: según la RAE, en su primera acepción, “una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece“. Por ello, es de justicia afirmar que la selección española de fútbol ha hecho el ridículo más flagrante en el presente Mundial 2014.

Ridículo no ya por haber caído eliminada en la primera fase dado que, pese a su condición de campeona del mundo y de Europa, la peligrosidad del grupo que le había tocado en suerte así lo podía hacer pensar, a poco que se torciesen un poco las cosas. El ridículo viene por las formas, inaceptables para un equipo del estatus que había adquirido España en los últimos años.

Desconozco si todo ello se debe a la falta de ambición que públicamente confesaba Xabi Alonso o, simplemente, a una mala preparación fruto de una temporada infernal para los jugadores; pero sí queda claro que, desde ya mismo, se impone una paulatina renovación de este bloque que antaño nos llevó a la gloria, pero que ya acusa la veteranía de varios de sus miembros.

Pero, al mismo tiempo, es de justicia absoluta reconocer, ahora que han caído, la enormidad de lo que esta generación ha hecho dentro del fútbol mundial desde que conquistara la Eurocopa 2008, con dos títulos continentales y uno mundial, el histórico de hace cuatro años, proponiendo jugar al fútbol en condiciones y superando las adversidades que, cada vez, han sido mayores.

Y como de bien nacidos es ser agradecidos, como español y futbolero no tengo otro deseo que el de darles las gracias a los Casillas, Xavi, Iniesta, Ramos, Busquets, Pedro, Fábregas, Villa, Torres y compañía; además de a Vicente del Bosque por todo lo que –junto a otros que ya no están como Puyol, Senna o el difunto Luis Aragonés, que en paz descanse- por todo lo que me han hecho –nos han hecho- disfrutar a lo largo y ancho de estos seis años.

MEZQUINDAD: “cualidad de mezquino” para la RAE, que habla de este adjetivo, en su quinta acepción –en desuso, pero todavía incluida en el diccionario-, refiriéndose a alguien “desdichado, desgraciado, infeliz“.

Porque, lamentablemente, también ha habido bastante de eso entre quienes, de una u otra forma, han estado siguiendo a la selección. Por una parte un grupo, no excesivamente numeroso pero sí bastante ruidoso, de aficionados e incluso profesionales del fútbol que, por algún tipo de inquina personal, estaban esperando el gran batacazo para lanzarse a la yugular.

Y, por la otra, un grupo dentro de nuestro país de gente ajena por completo al mundo del fútbol y a la pasión futbolera, que se hacen llamar “progresistas” –conste que algunos de ellos de verdad lo son; otros, no tanto; y otros, ni por los forros- y que, fundamentalmente a través de las redes sociales, se han alegrado fervientemente del fracaso de la selección. ¿Cómo y por qué? Alegando que por fin el pueblo español se podrá centrar en “lo verdaderamente importante”, ya que consideran al balompié poco menos como el principal culpable, por su efecto adormecedor, de que no se salga diariamente a la calle a protestar contra las tropelías –que lo son, y mucho, que conste- que nos vienen haciendo, desde hace años, nuestros respectivos mandamases.

Tanto a unos como a otros, mi más sincera enhorabuena. A los primeros, porque por fin, un Mundial, dos Eurocopas y seis años de fútbol magistral más tarde, la selección española, a diferencia de los que se supone que son vuestros verdaderos equipos, ha podido poner un poquito de alegría en vuestras miserables vidas.

Y, a los segundos, también porque, en efecto, estos poco menos que “testaferros” de la alta corruptela política, estos multimillonarios que, de haber ganado otra vez el Mundial nos iban a dejar “tiesos” –por si no lo sabíais o no os queríais enterar, las primas que iban a cobrar y que ya, por fortuna para vosotros, no las van a percibir, iban a salir exclusivamente de los premios otorgados por la FIFA por ser campeones, jamás de vuestros bolsillos ni de los míos, y además se iban a tributar aquí, y no en otro sitio- se volverán el martes para España con la cabeza gacha, permitiendo así que la gente despierte y que nuestro país salga de la crisis de una vez por todas.

Claro que, respetando por completo cualquier forma de pensar, cuando comprobéis que el Gobierno –con perdón- nos la va a seguir metiendo del mismo modo; que nuestra tasa de desempleo va a seguir siendo casi la más alta de Europa; que de la maldita crisis vamos a tardar, lamentabilísimamente, todavía años en salir… en definitiva, que España va a seguir exactamente igual sin estar ya la selección en el Mundial –y por tanto que ni los jugadores ni el fútbol, en ese sentido, tienen culpa de nada-; entonces posiblemente empecéis a daros cuenta –o no, de cada uno de vosotros depende- de que vuestro comportamiento, desarrollado con mejores o peores intenciones, está siendo, de verdad, un poquito o, mejor dicho, bastante mezquino.


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