Mientras en la selección francesa la revolución del vestuario era tan sangrienta como marca su historia, en Inglaterra la revuelta interna tenía un carácter más modélico, más británico, valga la redundacia. Los dos empates sufridos ante EE UU y Argelia provocaron un motín que lideró John Terry, al que Capello había quitado la capitanía antes del Mundial para dársela a Gerrard, en el que el central del Chelsea se reunió con todos los jugadores, a espaldas del italiano, para buscar soluciones ante la posibilidad de quedarse fuera de los octavos, quitándole toda autoridad al seleccionador.
“Si Capello se molesta, que se moleste, lo menos que podemos hacer es reunirnos entre nosotros para ver los fallos, se lo debemos a la afición”, aseguró Terry en rueda de prensa tras el ‘motín’.
A Terry no le habían gustado los planteamientos de su entrenador en los dos primeros partidos, en los que incluso llegó a recomendarle quénes debían jugar. Según la prensa británica, Terry aconsejó a Capello que alineara a Rooney y a su compañero en el Chelsea Joe Cole, que apenas había contado hasta el momento. “Son los únicos que tienen capacidad para abrir defensas”, dijo el excapitán cuando le preguntaron en rueda de prensa cuáles eran los motivos de la discordia.
Capello, poco acostumbrado a perder el control de los vestuarios, terminó cediendo a las proposiciones, sin embargo, los jugadores de la selección le dieron la espalda a Terry y dijeron que no compartían su visión. Definitivamente, el choque cultural que muchos habían previsto cuando Capello fue contratado por la FA se hizo realidad.