El día de descanso sirvió para pasar página del partido de Croacia y para ahogar el disgusto por la derrota. Varios jugadores decidieron no salir del hotel y participar en una barbacoa mientras otros se perdieron con la familia por los rincones de la isla de Ré. Lo fundamental era desconectar por unas horas de la tensión que ocasiona jugar la Eurocopa.
En la vuelta a la realidad, tanto el cuerpo técnico como los jugadores dejaron un mensaje barnizado de positivismo. La fase de grupos ya está olvidada y el único objetivo es doblegar a Italia, una selección que se ha colgado el cartel de temible por sus triunfos ante Bélgica y Suecia. Lo importante es que el equipo no ha perdido la confianza que se ha ganado en estos últimos años y que los debates que han surgido alrededor del equipo van perdiendo fuerza a medida que se acerca el choque.
Tanto De Gea como Sergio Ramos fueron los más señalados por la derrota, pero ambos se han mostrado muy serenos. Saben el ruido que provoca una derrota al igual que ven en un triunfo la mejor vía para enganchar al equipo, de nuevo , a la competición y a los seguidores, algo contrariados por el sofoco de Burdeos.
De momento no hay fisuras. Al contrario, más unión. Esto sucede con la llegada de una derrota o de un mal resultado. El propio Del Bosque se ha encargado de quitar hierro a la situación para no malgastar energías en debates condenados a diluirse como un azucarillo en el café. El equipo afronta los cruces en situaciones límites, como el resto de selecciones, porque detrás de cada eliminatoria hay o puerta grande o enfermería.