Contrariados. España deja Eslovaquia con la sensación de que debió golear y lo hace con una derrota tan injusta como inmerecida (2-1). Controló el partido de principio a fin y en dos descuidos se quedó con el molde. Dos malas decisiones atrás para aumentar la leyenda que de la selección ha perdido fiabilidad defensiva.
Pero aparte del resultado hay que mirar lo que sucedió en el césped. España siguió fiel a su estilo, a dominar, a tener el balón, a jugar bonito… Pero ahora falla el último remate. Es como si todo lo que antes salía cara ahora sale cruz.
Casillas hizo un paradón, como antaño, y a continuación la pifió. Salió cruz. Busquets pierde hoy más balones que roba. Otra cruz. Piqué sigue sin estar a tope. Cruz. Diego Costa se hincha a meter goles con el Chelsea y con la selección no se ha estrenado. Cruz. Cuando se pierde la tendencia al fatalismo es de tal calibre que impide que se vean las cosas positivas, que las tiene esta selección.
La aparición de Paco Alcácer es una bocanada de aire fresco. Dos partidos, dos goles. La cantera está ahí, llamando a la puerta para hacerse con un sitio. A Iniesta no se le ha olvidado jugar al fútbol. Tampoco a Silva. Ni a Cesc. Esta derrota hay que entenderla como el peaje por haber ganado tres títulos de manera consecutiva. A España se le exige caviar y este traspiés aumenta la desconfianza en este grupo al mismo tiempo que eleva las ganas de volver a ver un equipo campeón.
Por España jugaron
Casillas, Juanfran (Cazorla), Piqué, Albiol (Pedro), Jordi Alba, Busquets, Koke, Cesc, Silva (Alcácer), Iniesta y Diego Costa.
Goles
1-0, m. 10: Kucka.
1-1, m 81: Alcácer.
2-1, m. 88: Stoch.
Foto © Carmelo Rubio