ALEMANIA 1-ARGENTINA 0 (MUNDIAL 2014, FINAL)
Alemania, tetracampeona mundial y primera selección europea en ganar la copa en territorio americano. Es el gran titular de una final que ha terminado por resolver, en la prórroga, uno de los no habituales, el genial e irregular al mismo tiempo Mario Götze, el único que ha podido tumbar esta noche a una brava Argentina en Maracaná.
El triunfo alemán -que les coloca a tan sólo uno de Brasil-, además de saldar una deuda histórica del fútbol europeo en el continente americano, es el justo premio a una trayectoria, la del Mundial 2014, y a la propuesta de fútbol que viene desempeñando Alemania desde hace ya unos cuántos años y que, hasta la fecha, se estaba encontrando constantemente con la horma de su zapato, un equipo tan espectacular como ellos pero más experto como la selección española.
Porque es de alabar, en nombre del fútbol, que tanto Joachim Löw como la federación alemana no perdieran los papeles ante tanta frustración consecutiva, y hayan mantenido su idea del exquisito trato al balón; lo que ha tenido su recompensa en este campeonato, cuyo punto más alto para los germanos sin duda ha sido el 1-7 infligido a Brasil en la semifinal. Por todo ello, es bien merecido que Phillip Lahm haya podido levantar el trofeo que, horas antes, había depositado Carlos Puyol sobre el atril ubicado en el césped de Maracaná.
ARGENTINA MIRÓ A LA CARA
Mas no tanto por la final en sí; y no por deméritos de los germanos, sino por la actitud y la predisposición de Argentina que, con sus armas y llegando al límite de su resistencia física, ha plantado cara y ha merecido ganar tanto como la propia Alemania. Los de Sabella, de hecho, se puede decir incluso que han gozado de las mejores ocasiones a lo largo de todo el partido; pero, en la quinta final para el fútbol argentino, no han podido darle a su país el que hubiera sido la tercera estrella de campeones.
Durante la primera mitad, aunque el dominio de balón fue principalmente alemán, Argentina supo explotar adecuadamente la debilidad germana por su banda izquierda -con Howedes de lateral- para crear llegadas verdaderamente peligrosas. Mascherano era un titán ante los Müller, Schweinsteiger u Özil; y Messi, muy participativo, se parecía bastante al ganador en cuatro ocasiones del Balón de Oro.
Y luego, estuvo Higuaín. El delantero del Nápoles no tuvo su día y no pudo ver culminado su gran trabajo con un gol. Primero porque, a los 21 minutos, fue incapaz de aprovechar un garrafal error de Toni Kroos, que cedió de cabeza a su portero sin darse cuenta de que el “Pipita” andaba por allí; pero éste, solo ante Neuer, disparó fatal. Y segundo porque, poco más tarde, cuando pudo acertar con la red germana, su tanto fue anulado por claro fuera de juego. Aunque Alemania también dispuso de la suya, con un cabezazo de Howedes al poste segundos antes de llegarse al descanso.
En la segunda mitad, con Agüero por Lavezzi, Argentina fue incluso capaz de quitarle el balón a Alemania durante muchos minutos. Messi dejó bien claro que quería este Mundial para su país tanto como para él mismo; y bajo su batuta la albiceleste -hoy de azul oscuro- tuvo por momentos contra las cuerdas a su rival. Suya fue la primera gran llegada del segundo tiempo, al poco de comenzar, tras recibir un gran pase dentro del área y no ser capaz de resolver ante Neuer.
Pero por desgracia para Argentina, Messi fue poco a poco diluyéndose -¿cansancio, o temor a una posible recaída de las lesiones que le han llevado a mal traer?-; y la fuerza del equipo de Sabella quedó sobre las espaldas de un descomunal Mascherano, el principal responsable de la contención de la ofensiva germana, que poco a poco se volvió a hacer con el control del balón.
EL CANSANCIO HACE MELLA
El declive físico de Argentina con respecto a un rival que sólo necesitó jugar en serio media hora de su semifinal se hizo cada vez más notorio, especialmente en la prórroga; pero los sudamericanos jamás le perdieron la cara al partido. Es más, incluso gozaron de otra enorme ocasión en la primera parte del tiempo suplementario; pero Palacio, como su reemplazado Higuaín, tardará bastante tiempo en olvidarse del mano a mano errado ante Neuer, sobre todo por su deficiente control de balón.
Tuvieron que ser dos hombres de refresco, Schürrle y Götze, los que terminaran resolviendo la final. En los primeros quince minutos de prórroga ya avisaron con una jugada de Götze en la que Romero acabó desactivando el disparo de Schürrle; y en el minuto 112 se intercambiaron los papeles para darle la estocada a Argentina.
La gran escapada de Schürrle por la izquierda encontró la llegada de Götze por la parte izquierda del centro del área, en el único despiste de la hasta ese momento impecable zaga de los de Sabella. El centro medido del rubio del Chelsea lo remató el joven del Bayern con la zurda y sin dejarla caer, tras controlar con el pecho.
Götze, sin hacer un gran Mundial, se convirtió en el héroe de toda la nación alemana, en el sucesor de nuestro Andrés Iniesta a la hora de hacer el gol decisivo en la final de un Mundial. Sus compañeros hicieron el resto defendiendo el tesoro a vida o muerte, en los instantes finales. La alegría alemana, como suele ocurrir en estos casos, contrastó con la decepción de los argentinos, que sentían que éste -y no otro- era “su” Mundial, y cuyo esfuerzo terminó, desafortunadamente para ellos, por resultar baldío.
Twitter: @VictorVictoris3